sábado, 22 de marzo de 2008

COMUNIDADES ABORÍGENES ACTUALES


Al mirar el mapa de los pueblos indígenas del mundo, tal vez nos sorprende una población tan importante.

Todos esos pueblos hermanos, a pesar de las diferencias geográficas, de las distintas realidades sociales donde viven, mantienen: sus sistemas de valores, una cosmovisión propia, una identidad propia, estilos de vida sostenibles respecto a la naturaleza, una historia de marginación y resistencia para evitar la asimilación a la sociedad general, una larga lucha por sobrevivir a tanta opresión antigua y a condiciones adversas y difíciles en la actualidad.

Esa identidad cultural propia les permite desarrollar costumbres, normas, organizaciones sociales, políticas y religiosas propias.

En Argentina, el tronco del árbol indígena crece con fuerza.

Ellos son:

Chiriguanos
Chorotes
Chulupies
Diaguitas
Guaraníes
Kollas
Mapuches
Mocovíes
Onas

Pampas
Pilagás
Ranqueles
Tapietes
Tehuelches
Tobas
Wichi

Entre otros.



viernes, 21 de marzo de 2008

LA LLORONA - UN ALMA EN PENA


Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la ciudad de México se recogían en sus casas con el toque de queda, avisado por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico.

Las primeras noches, los vecinos se resignaban a santiguarse por el temor que les causaban aquellos lúgubres gemidos, que según ellos, pertenecían un ánima del otro mundo; pero fueron tantos y tan repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados quisieron cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello; y primero desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir a las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las oscuras noches o en aquellas en que la luz pálida de la luna caía como un manto vaporoso lanzaba agudos y agónicos gemidos.

Vestía la mujer un traje blanco y un espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad, cada noche tomaba distintas calles, pero siempre pasaba por la Plaza Mayor (hoy conocida como el Zócalo de la Capital), donde se detenía e hincada de rodillas, daba el último angustioso y lánguido lamento en dirección al Oriente; después continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo y al llegar a orillas del lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía entre sus aguas.

"La hora avanzada de la noche, el silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que daba siempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, quedaban en presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer llegando al lago, como si se sumergiera entre las aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona."
Por: Knight

jueves, 20 de marzo de 2008

LA LLORONA


Aunque es una leyenda originaria de México, sus llantos han traspasado las fronteras y en más de una oportunidad escuché su llanto en las calles Salvadoreñas, recuerdo como si fuera ayer una noche que dormía en la cama de mi hermana, era la pieza trasera, contigua a la escalera, daba hacia el callejón, tenía 7 años, me costaba dormirme en esa pieza, habían unas muñecas tenebrosas, con trajes brillantes, me daban miedo, desperté para ir al baño, cuando al volver a acostarme empiezo a escuchar un llanto estremecedor, era el llanto femenino de alguien que sufría mucho, uno podría pensar de que era el viento, pero no, esa noche no había viento, abrí la ventana y pude escuchar más claramente el llanto, se me pararon todos los pelos del cuerpo y un escalofrío recorrió mi espalda, fui a despertar a mis padres, pero no me pescaron, me acosté en la cama de ellos y no pude dormir en toda la noche, escuché los alardes por más de una hora y luego un silencio sepulcral.

Por Francisco Esquivel Tapia
San Salvador.

miércoles, 19 de marzo de 2008

EL MITO DE LAS AMAZONAS

Peter Paul Rubens

Las Amazonas eran un pueblo de sólo mujeres descendientes de Ares, dios de la guerra y de la ninfa Harmonía.

Se ubicaban a veces al norte, otras en las llanuras del Cáucaso, y otras en las llanuras de la orilla izquierda del Danubio.

En su gobierno no interviene ningún hombre, y como jefe tienen una reina.

La presencia de los hombres era permitida siempre que desempeñaran trabajos de servidumbre.

Para perpetuar la raza se unían con extranjeros, pero sólo conservaban a las niñas.

Si nacían varones, se cuenta en algunas versiones, que los mutilaban dejándolos ciegos y cojos.

Otras fuentes indican que los mataban.

Por decreto, a todas las niñas les cortaban un seno, para facilitarles el uso del arco y el manejo de la lanza. De esta costumbre proviene su nombre 'amazonas' del griego 'amazwn' que significa 'las que no tienen seno'.

Eran un pueblo muy guerrero, por lo que su diosa principal era Artemisa, la cazadora. Debido a esto, se les atribuía la fundación de Éfeso y la construcción del Gran Templo de Artemisa.

De este pueblo, hay muchas leyendas donde grandes héroes tuvieron que enfrentarse a ellas. Por ejemplo, Belerofonte quien luchó contra ellas por mandato de Yóbates.

Una de las más conocidas es cuando Heracles (Hércules) cumple la misión que le asigna Euristeo, y se dirige a las márgenes del Termodonte a adueñarse del cinturón de Hipólita, reina de las amazonas. Ésta consintió en entregarle el cinturón a Heracles, pero la celosa Hera (esposa del dios Zeus) provocó una rebelión entre las Amazonas, y Heracles tuvo que matar a Hipólita. Teseo que acompañaba a Heracles en su misión, se llevó a Antíope, una de las amazonas. Ellas, molestas por este atrevimiento y para vengar el rapto, hicieron la guerra contra Atenas, pero fueron derrotadas por los atenienses que estaban liderados por Teseo.

Otra hazaña legendaria que las involucra, es la ayuda que le brindaron a los troyanos durante la guerra de Troya. Pentesilea, reina amazona, envió un grupo de apoyo a Príamo, rey troyano. Aquiles dio muerte a Pentesilea, quien antes de morir, hizo que éste se enamorara perdidamente de ella, lo que le infundió gran sufrimiento.

Dejando de lado la parte mitológica, las Amazonas sí existieron. Se trataba de una tribu de mujeres independientes que estaban diseminadas por toda Grecia.

Vivieron durante mil años en las zonas boscosas de este país, y rara vez se las veía por los acantilados o por el mar.

No es cierto que cercenaban uno de sus senos para poder manejar mejor el arco y la flecha, sino que se lo apretaban con fibras para que nos les molestara al usar sus armas.

Con respecto a que tomaban prisioneros a los hombres y luego de utilizarlos para procrear los mataban, es cierto, pero lo hacían fundamentalmente para que no dieran a conocer su escondite.

No le tenían fobia al hombre, sino que lo consideraban un ser más débil e inferior a ellas, por lo que no admitían su supremacía.

Llegaron a ser dos mil y existieron aproximadamente durante un milenio.

Horacio Velmont.

martes, 18 de marzo de 2008

EL FUTRE. I

Dibujo Jorge Bernard.

Una de las versiones más difundidas se remite a principios del siglo XX, momento de la construcción del Ferrocarril Trasandino en la montaña mendocina, y habla de un personaje inglés elegantemente vestido (de allí que los lugareños lo llamaran futre) que se ocupaba de los pagos del personal que trabajaba en la obra. Según relatan, este hombre vestido de negro con un sombreo de copa, se había instalado algunos días en las cercanías de la actual villa Las Cuevas para realizar los pagos a los trabajadores, cuando en plena noche fue asaltado por unos delincuentes.

Los malhechores lo mataron y robaron el dinero correspondiente al pago de los trabajadores.

Cuenta la leyenda que desde aquel entonces, por las noches, este personaje se aparece a quienes recorren las montañas mendocinas, se acerca, y les pregunta por su dinero robado para desaparecer luego misteriosamente en la oscura noche.

El nombre Futre viene del sobrenombre de este personaje, de apellido FOSTER, actualmente enterrado en el cementerio de Uspallata.

Otra versión, más conocida en el ambiente popular, habla de un trabajador ferroviario de nacionalidad Chilena, contratado con otros para construir el trazado del Ferrocarril Trasandino, que luego de cobrar su salario semanal concurrió como se acostumbraba a un bar (boliche) de la zona para darse unos tragos.

Al salir, totalmente alcoholizado, e incapaz de llegar a los dormitorios del obrador, se tumbó a dormir al descampado, dejando el cuello sobre uno de los rieles que se estaban tendiendo.

Desafortunadamente uno de los vehículos de servicio que circulaban ocasionalmente por ellos pasó en ese momento, seccionando por completo su cabeza. Aseguran que desde entonces su fantasma vaga en la noche por los cerros cargando su propia cabeza en una mano, amenazando de muerte a quien se cruza con él, mientras que otros aseguran que se trata de un espectro inofensivo que solo clama por un convite.

Otras versiones que hablan de un caballero que perdió su fortuna, y otras de un caballero que fue asesinado en un ajuste de cuentas, debido a una mujer.

Aparece en las noches de luna y en las noches oscuras, y aquellos que lo han visto, dicen que parece estar buscando algo...



lunes, 17 de marzo de 2008

LA ALGARROBA




En tiempos de los Incas. Los quichuas adoraban con sumo respeto y con las principales honras a Viracocha, señor supremo del reino. También adoraban a Inti, a las estrellas, al trueno y a la tierra.

Conocían a esta última con el nombre de Pachamama, que es como decir “Madre Tierra” y a ella acudían para pedir abundantes cosechas, la feliz realización de una empresa, caza numerosa, protección para las enfermedades, para el granizo, para el viento helado, la niebla y para todo lo que podía ser causa de desgracia o sinsabor.

Levantaban en su honor altares o monumentos a lo largo de los caminos.

Los llamaban apachetas y consistían en una cantidad de piedras amontonadas unas encima de las otras, formando un pequeño montículo.

Allí se detenía el indio a orar, a encomendarse a la Pachamama, cuando pasaba por el camino al alejarse del lugar por tiempo indeterminado o simplemente cuando se dirigía al valle llevando sus animales a pastar.

Para ponerse bajo la protección de la Pachamama, depositaba en la apacheta, coca, Ilicta, o cualquier alimento que tuviera en gran estima, seguro de conseguir el pedido hecho a la divinidad.

Respetuoso de la tradición y de las costumbres, el pueblo quichua jamás había olvidado sus obligaciones hacia los dioses que regían sus vidas.

Pero llegó un tiempo de gran abundancia en que los campos sembrados de maíz eran vergeles maravillosos que daban copiosa cosecha, la tierra se prodigaba con exuberancia y la ociosidad fue apoderándose de ese pueblo laborioso que, olvidando sus obligaciones, abandonó poco a poco el trabajo para dedicarse a la holganza, al vicio y a la orgía.

Se desperdiciaba el alimento que tan poco costaba conseguir, y con las espigas de maíz, que las plantas entregaban sin tasa, fabricaban chicha con la que llenaban vasijas en cantidades nunca vistas.

Fue una época sin precedentes.

El vicio dominaba a hombres y mujeres. Ellos, en su inconsciencia, sólo pensaban en entregarse a los placeres bebiendo de continuo y con exceso, comiendo en la misma forma y danzando durante todo el tiempo que no dedicaban al sueño o al descanso.

Los depósitos repletos proveían del alimento necesario y nadie pensó que esa fuente que les proporcionaba granos y frutos en abundancia, se agotaría alguna vez.

El desenfreno continuaba y nada había que llamara a ese pueblo a la reflexión y a la vida ordenada y normal.

Llegó la época en que se hacía imprescindible sembrar, si se pretendía cosechar.

Pero nadie pensaba en ello.

Inti, entonces, al comprobar que el pueblo desagradecido olvidaba los favores brindados por la Pachamama, queriendo darles su merecido, resolvió castigarlos.

Con el calor de sus rayos, que envió a la tierra como dardos de fuego, secó los ríos y lagunas, los lagos y las vertientes, y como consecuencia, la tierra se endureció, las plantas perdieron sus hojas verdes y sus flores, los tallos se doblaron y los troncos y las ramas de los árboles, resecos y polvorientos, parecían brazos retorcidos y sin vida.

En los graneros aun quedaban alimentos, y en los cántaros, chicha.

¿Qué importancia tenía, entonces, para esas gentes, que las plantas se secaran y que el río hubiera dejado de correr, y seco y sin vida, mostrara las paredes pedregosas de su lecho?

Mientras durara la chicha no podría desaparecer la felicidad ni la alegría.

Pero un día llegó en que, con asombro, comprobaron que los graneros no eran inagotables y que para servirse de sus granos y de sus frutos, era necesario depositarlos primero.

El alimento comenzó a escasear, y con ello las penurias, la miseria y el hambre hicieron su aparición.

Recapacitaron entonces los quichuas, decidiendo volver a trabajar los campos y a sembrarlos.

Pero el castigo de Inti no había terminado y la tierra, cada vez más reseca y dura, no se dejaba clavar los útiles con que pretendían labrarla y así era imposible poner la semilla.

La desolación y la miseria fueron las soberanas de ese pueblo que, en un instante, olvidó las leyes de sus dioses y sus obligaciones con la vida.

Los animales, flacos, sin fuerzas, morían en cantidad y parecía mentira que esos campos, que al presente se asemejaban al más desolado de los páramos, hubieran podido ser, alguna vez, praderas alegres cubiertas de hierbas y de árboles o de extensas plantaciones de maíz, en las que los frutos se ofrecían generosos.

Los niños, pobres víctimas inocentes de los pecados y de la disipación de los mayores, débiles, flacos, con los rostros macilentos, los ojos grandes y desorbitados, verdaderos exponentes de miseria y de dolor, sólo abrían sus bocas resecas para pedir algo que comer.

Los más débiles morían sin que nadie pudiera hacer algo por ellos.

El sol caía a plomo. De una de las casas de piedra que se hallaban en los alrededores de la población, una mujer salió, corriendo desesperada.

Era Urpila, que, enloquecida porque sus hijos morían de hambre y de sed, arrepentida de las faltas cometidas en los últimos tiempos y enrostrando a todos su vergüenza, su pecado y su olvido de Inti y de la Pachamama, corría a la primera apacheta del camino a pedir protección a la Madre Tierra y a depositar su ofrenda de coca y de Ilicta, últimas porciones que había podido conseguir.

Llegó a la apacheta y casi sin fuerzas, clamó:

Pachamama,

Madre Tierra, Kusiya... Kusiya...

Lloró y se desesperó ante el altar de la diosa, prometiendo enmienda y sacrificios.

Extenuada, sin fuerzas para continuar, se sentó en el suelo, apoyando su cuerpo cansado en el tronco de un árbol que crecía a pocos pasos y cuyas ramas secas parecían retorcerse en el espacio.

Tan grande era su fatiga, tanta su debilidad, que, vencida, bajó la cabeza y no tardó en quedarse profundamente dormida.

Tuvo sueños felices. La Pachamama, valorando su arrepentimiento, llenó su alma de visiones de esperanza y acercándose a ella, con toda la grandeza que como diosa le concernía, le habló generosa:

— No te desesperes, mujer. El castigo ha dado sus frutos y el pueblo, arrepentido como tú misma, de su ocio y de su desenfreno, retornará a su existencia anterior, que es la justa, la verdadera.

La vida renacerá sobre la tierra que volverá a brindar sus frutos y su belleza.

Cuando despiertes, y antes de irte, abre tus brazos y recibe las vainas que ha de regalarte este “Árbol”, desde hoy sagrado.

Que las coman tus hijos y los hijos de las otras madres, que con ellas calmarán su hambre y apagarán su sed. Tu humildad y tu arrepentimiento han hecho posible este milagro que Inti realiza para ti.

Cuando Urpila despertó creyó morir, tal era su decepción. El aspecto de la tierra en nada había variado y la visión había desaparecido.

Se convenció de que su sueño había sido sólo eso: un sueño.

Pero, recapacitando, volvieron a su mente las palabras de la Pachamama y recordó al “Árbol”.

Levantó entonces sus ojos hacia las ramas que parecían secas, y tal como la diosa lo anunciara, las vainas doradas se ofrecían a su desesperación como una esperanza de vida.

Cambió en un instante su estado de ánimo dándole fuerzas extraordinarias.

Se levantó ansiosa y cortó los frutos generosos hasta que entre sus brazos no cupieron más.

Entonces corrió al pueblo, hizo conocer la nueva y todos se lanzaron a buscar las milagrosas vainas color castaño, mientras ella repartía entre sus hijos el tesoro que encerraban sus brazos de madre y que le había concedido la Pachamama...

El pueblo volvió a la vida y veneró desde entonces al “Árbol Sagrado” que fue su salvación y que, a partir de ese día, les brindan pan y bebida que ellos reciben como un don.

Ese árbol venerado es el algarrobo, que tiene la virtud, además de las nombradas, de ser, en tiempos de grandes sequías, el único alimento de los animales.

REFERENCIAS

La algarroba es el fruto del algarrobo, del que se conocen dos clases: el blanco y el negro.

Ambos son árboles, pertenecientes a la familia de las leguminosas.

El nombre científico del algarrobo blanco es: “Prosopis alba”.

Es este un árbol que proporciona grata y hermosa sombra, merced a su copa en forma de sombrilla, cubierta de espeso follaje.

El tronco es grueso y rugoso. Las hojas, caducas, son compuestas, formadas por gran número de hojuelas de color verde oscuro.

Las flores que cubren el árbol en primavera son pequeñas, amarillentas y se dan en espigas tupidas.

Contrariamente a lo que sucede en la generalidad de las plantas, en el algarrobo la parte más vistosa de la flor no es la corola, sino los estambres.

El fruto es una legumbre de color claro. Cuando maduran las semillas que contiene, se torna más o menos carnoso, de agradable sabor y muy comestible.

Molido, se transforma en una harina con la que se fabrica el patay, que es un pan o torta de alto valor alimenticio por contener albúmina y gran cantidad de azúcar, provenientes de la algarroba.

Dejando fermentar la algarroba pisada, mezclada con cierta cantidad de agua, se hace una bebida alcohólica llamada aloja.

Este fruto constituye uno de los principales alimentos de los naturales que habitan la región donde crece el algarrobo.

Como la producción de algarroba es muy abundante, se recogen las vainas en gran cantidad y se conservan durante mucho tiempo, recurriendo a esta reserva en la época en que escasean los alimentos.

Para el ganado, es nutritivo y muy eficaz.

Otra de las grandes utilidades del algarrobo reside en su madera dura, que se emplea en carpintería, en ebanistería —sobre todo en trabajos de torno—, en construcciones, para la fabricación de adoquines, etc..... Se la emplea como leña y para la fabricación del carbón de leña.
Existe, además del algarrobo blanco, como hemos dicho, el algarrobo negro, cuyas características son similares al que acabamos de describir, con la diferencia que el fruto maduro es una vaina negra.

Crecen ambas especies en nuestro país, en las provincias de Córdoba, San Luis, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta, Entre Ríos, Santiago del Estero, Chaco y en la provincia de Formosa.

El algarrobo, planta que brindó a los primitivos habitantes de nuestro suelo, tanta y variada utilidad y sobre todo, completa alimentación, fue conocido en algunas regiones simplemente con el nombre de: “EL ÁRBOL” y se lo consideró árbol sagrado.

Los quichuas lo conocían con el nombre de TACU; los guaraníes lo llaman IVOPÉ y al algarrobo blanco: “IVOPÉ MOROTÍ”.

Esta leyenda fue extraída de la Biblioteca "Petaquita de Leyendas", de Azucena Carranza y Leonor M. Lorda Tomo XII: CAILALAY (Abeja)
Material compilado y revisado por la educadora argentina
Nidia Cobiella (NidiaCobiella@Educar.Org)


VOCABULARIO

INCA: Príncipe, Hijo del Sol.
VIRACOCHA: Dios de los peruanos. Nombraban también así a los españoles, a los blancos.
PACHAMAMA: Madre Tierra. Diosa a la que adoraban.
COCA: Planta, cuyas hojas, secas, masticaban los indios.
LLICTA: La masa de ceniza o de cal con que se mastica la coca.
CHICHA: Bebida fermentada, generalmente de maíz.
URPILA: Palomita torcaza.
KUSIYA: ¡Ayúdame!
INTI: El Sol.

EL FUTRE

Dibujo Jorge Bernard.

Esta leyenda mendocina, se sitúa en Puente del Inca, Mendoza, Argentina, y de ahí con diversas variantes, se extendió a otros puntos de la provincia y San Juan.

Hay por lo menos dos versiones. Una dice que se trataría de un inglés bien vestido (de ahí su nombre, pues se llama “futre” en Cuyo, a toda persona que viste elegantemente) que, tras haberlo perdido todo en la sala de juegos del hotel de esa localidad, salió vestido de frac en plena noche y se perdió entre los cerros nevados.

La otra versión dice que se trataba de un hombre humilde que trabajaba en el ferrocarril, que fue asesinado y decapitado por el amante de su esposa en la misma estación de Puente del Inca.

Unos dicen que éste anda de noche con la cabeza en la mano y un hacha en la otra, amenazando a los que encuentra, mientras otros aseguran que se trata de un espectro inofensivo.

En ambas versiones a veces el Futre aparece a caballo.

domingo, 16 de marzo de 2008

BANCO HIPOTECARIO NACIONAL.





Si bien el Banco funcionó en la ciudad de Santiago del Estero a partir de 1887, la construcción de su actual sede se inició entre 1914 y 1916.

Es de estilo neoclásico diseñado y construido por organismos del Estado Nacional.

Los únicos subcontratistas de obras locales que participaron en los trabajos fueron Pablo Gallizia en yesería (1915) y Staffolani en herrería (1916).

Fue inaugurado en 1928.

Dirección: Avenida Belgrano esquina Sarmiento.